SALINGER Y LAS FOTOGRAFÍAS

 «Un pronunciamiento definitivo de Salinger sobre la materia de su intimidad fue el dado a un fotógrafo local contratado por Newsweek en 1961 para obtener su foto para un reportaje. Conociendo su reputación de enemigo de la publicidad, el fotógrafo decidió aparcar su coche en el camino próximo a la casa de Salinger y acechar a su hombre. Pero cuando vio a Salinger desprevenido, paseando con su hija, al fotógrafo se le esfumó el valor. Salió del coche, se presentó y explicó su misión. «Salinger fue muy cortés – recuerda Nelson Bryant, director del Claremont Eagle – Agradeció al hombre su discreción y por no haber tratado de obtener la foto «de contrabando». Pero le dijo: «Mi método de trabajo es tal que cualquier interrupción me desquicia. No puedo ser fotografiado ni entrevistado hasta que haya concluido lo que he empezado». Lo contó Edward Kosner en el New York Post Magazine al hablar de la vida privada de Salinger.

Pero la extraña relación de Salinger con la fotografía viene de más lejos. En agosto de 1951, New York Herald Tribune Book Review señalaba que «poco antes de la aparición de su Catcher in the Rye, J. D. Salinger no sólo pidió a la oficina de su editor que no le enviasen ninguna reseña crítica de su novela, sino que en rigor les hizo prometer que no lo harían. «Eso – dijo un amigo suyo otro día – les dará una idea de la clase de tipo que es», junto con la reacción de Salinger a la llamada telefónica de su editor informándole que el Club del Libro del Mes había hecho de The Catcher su obra elegida para el verano. «Eso es bueno, ¿no?, dijo Salinger. Más tarde pidió que no hubiese ningún revuelo publicitario especial acerca de él «porque podría acabar creyéndomelo». En realidad, se sintió un poco molesto por la fotografía suya que ocupaba la cubierta posterior del libro. «Demasiado grande», comentó».

En febrero de 1952 Salinger volvió a comentar su fotografía: «El hecho es que me siento tremendamente aliviado – dijo– de que haya acabado para The Catcher in the Rye la temporada de éxito. La disfruté brevemente, pero en su mayor parte me pareció un barullo, y prrofesional y personalmente descorazonante. Digamos que me estoy poniendo absolutamente enfermo de tropezar con esa fotografía ampliada de mi rostro en la parte posterior de la sobrecubierta satinada del libro. Sueño con verla un día atascada contra la columna de un farol, agitada por el viento frío y humedo de Lexington Avenue, en compañía de – por ejemplo – una página editorial del Daily Mirror«. 

Huyó de las fotografías siempre mientras las fotografías intentaban en vano ir siempre tras él.

(Imagen: Evening Standard/Getty Images.- The New York Times)

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