EL SILENCIO, EL VERANO (1)

El silencio, los patios…

El silencio, el océano…

El silencio, las plantas…

El silencio, las casas y las flores…

El silencio, las hojas…

Paseos ante el silencio.

Ante la tierra.

Ante el mar.

(Imágenes:- isla de la Palma.- Canarias.- julio 2011.-fotos JJP)

 

VERANO 2011 (8) : QUÉ DÍA FELIZ

«Qué día feliz.

La niebla se disipó temprano.

Me puse a trabajar en el jardín.

Colibries quietos sobre la madreselva.

Nada sobre la tierra que yo quisiese tener,

nada sobre la tierra que yo pudiese envidiar.

Había olvidado todo lo que sufrí,

no tenía ya vergüenza del hombre que fuí.

No me dolía el cuerpo.

Al enderezarme, vi el mar azul y las velas».

Czeslaw Milosz.«El premio»

(Imagen:- Edward Hopper.-1939)

EL AMOR VERDADERO

«El  amor verdadero no es hijo de un instante,

ni su eslabón sirve para hacer fuego a voluntad,

sino que, a su aire, nace y anda,

tras largo entretenimiento, que afirma su cimiento.

No lo rondarán entonces conjuros o rupturas,

ni se alejará ya nunca del asiento y el crescendo.

Lo que viene a confirmar el que veamos

toda obra hija de un instante morir en su siguiente.

Yo soy empero tierra durísima, pedernal puro,

del todo remisa a los esquejes, insumisa,

si bien aquella planta que en mí arraiga

ya no tenga – en primavera – cuidado de las lluvias».

Ibn Hazm.(994 – hacia 1063 d. C) El amor verdadero«

(Imagen:- Stanko Abadzic.– Praga – 2002/2008.- contemporaryworks.net)

¿PUEDE ABOLIRSE EL DINERO?

En momentos de convulsiones financieras mundiales vienen a la memoria las respuestas que el economista Paul Samuelson le dictara al periodista italiano Enzo Biagi, al que más de una vez me he referido en Mi Siglo. «Nuestra moneda actual – decía Samuelson entonces– es un convencionalismo artificial de la sociedad. Si por cualquier razón determinada sustancia empieza a emplearse como dinero, todo el mundo le dará el valor del dinero, incluso aquellos que no crean en absoluto en su utilidad intrínseca. Mientras las cosas puedan comprarse y venderse por medio de aquella materia, la gente será feliz al vender y comprar sirviéndose de ella. A eso se debe la paradoja: el dinero se acepta porque se acepta. Por lo tanto, no se desea el dinero por amor al dinero, sino por las cosas que con él se pueden comprar.(…)  Lo que no debe hacerse es confundir el dinero con el egoismo. No se debe pensar que la inexistencia de una sociedad ideal, en la que reinen la caridad y el altruismo, sea debida a la presencia del dinero, porque uno puede no tener dinero y no altruismo, y pueden desencadenarse guerras entre pueblos autosuficientes. Eso no impide que conozcamos individuos obesionados por el dinero y enloquecidos por él, que olvidan que el papel moneda es un signo convencional, una imagen. Pero los grandes financieros no amontonan dinero, sino que amontonan barcos, petroleros, depósitos inmensos de material en bruto. Para ellos, lo último que cuenta es el dinero contante».

Al otro lado de los telediarios, al fondo del callejón de las noticias, podemos seguir la imagen vacilante y borrosa del vagabundo al que John Dos Passos hizo andar al final de «El gran Dinero«. Es un hombre con pocos horizontes, casi sin esperanza, uno que reconocemos al pasar: «El joven espera al borde del camino – escribe el novelista norteamericano -. Fue a la escuela; los libros hablaban de oportunidades; los anuncios prometían rapidez; posea su casa propia, sea más que su vecino; el cantante de la radio hablaba de hermosas chicas; fantasmas de platinadas muchachas hacían guiños desde la pantalla del cine; en los pizarrones de las oficinas había ganancias de millones escritas con tiza; los cheques de los sueldos eran para todas las manos ansiosas de trabajar y la mesa del jefe con tres teléfonos;

el joven esperaba casi cayéndose, todo lo que necesitaba se le convertía en un nudo en la barriga, las manos sin trabajo se entumecían al borde del zumbante tráfico».

Dinero y  paro, paro y dinero, cara y cruz de la moneda de nuestro tiempo.

(Imágenes:- 1.- Marka.-2008. -Societé Réaliste.-bronce -Wwork/ 2.-Martha Moffett Bache.-1942)

VERANO 2011 (5) : MIRA LA NOCHE

«Mira la noche. Redonda

y cabal: sin una estrella.

Puedes sumergirte en ella

a tu gusto, porque es honda

y no ha de exhibir la ronda

falaz o superchería

con que se enguirnalda el día,

encubriendo en sus ramajes

florecidos y paisajes

la escueta verdad sombría».

Juan José Domenchina.-«Décimas concéntricas y excéntricas».- «Destierro«.-1942

(Imágenes:- 1.- Georgia O´Keeffe.- Nueva York de noche-.1929.-arthistoryarchive/ 2.-Daniele Cestari.-Roma de noche.-2011.-albemarlegallery.-Londres)

EL ACTOR FRENTE AL ESPEJO

«Se calculan diez minutos para el maquillaje de un hombre, veinte para el de una mujer – decía hace ya varios años Georges Sadoul en «Las maravillas del cine» – Ignoro si continúa así la medición de los minutos en lo que se refiere a la preparación del actor tanto en el teatro como  en el cine, peroañadía entonces Sadoul -«la operación puede durar una hora cuando se trata de disimular las patas de gallo, las ojeras, los carrillos o la papada de una estrella ilustre que se niega a envejecer. (…) El maquillaje que se aplica al rostro hace resaltar su belleza, disimula sus defectos, acentúa o simula la juventud o la vejez. Colores que avivan sobre todo los ojos y la boca, principales medios de expresión de un actor». Ahora, cuando nos acercamos al rostro de Núria Espert, que a su vez se acerca al espejo disponiéndose a interpretar a Celestina, podemos oir al fondo del camerino los recordatorios que seguía evocando Sadoul junto al espejo: «Un cráneo falso o una nariz de cartón (o de otra materia rígida) no pueden amoldarse a los movimientos del rostro y se mueven rígidamente. Pelucas, postizos, falsos cráneos, falsos mentones, narices artificiales, dentaduras, todo puede transformar a un actor en un  monstruo».

«Jean Cocteuseguía diciendo Sadoul – para «La Bella y la Bestia«, había tomado el argumento del film de un cuento en el que el amor de una muchacha transformaba a un monstruo en un príncipe encantador. Para crear la Bestia fueron necesarios muchos meses de trabajos previos; durante el rodaje se necesitaron cuatro horas para transformar el rostro del intérprete en una cabeza leonina. Los pelos fueron dispuestos sobre tul, como cabellos, y el conjunto pegado sobre la piel del actor; esta pelambrera adjunta a la epidermis permitía a Jean Marais rictus, expresiones y parpadeos. Se le puso en el cráneo una peluca parecida a una melena y colmillos mostruosos en las encías oscuras. Las manos estaban cubiertas de pelo, armadas con garras, transformadas en patas».

Es el disfraz, el simulacro, el camuflaje del rostro ocultando el yo profundo y haciendo emerger el otro yo de intérprete.  «El actor – recordaba Gouhier – no es un hombre desnudo sobre un tablado desnudo. Su cuerpo necesita un vestido y su cuerpo vestido se mueve en un  ámbito en el cual la luz ilumina las cosas, y la oscuridad borra los objetos». El espejo va y viene hacia las transformaciones y las arrugas y las arrugas van y vienen – como tantas veces en la vida – para ser retocadas ante el espejo. «Yo trabajaba ante mi espejo – confesaba Jacques Copeau – : buscaba los gestos de mis personajes, y esperaba que la palabra justa, la frase exacta me viniese a los labios…».

(Pequeño apunte sobre «Camerinos«, la exposición de fotografías de actores y actrices que se ofrece en el Festival del Teatro de Mérida)

(Imágenes: 1.- Nuria Espert caracterizándose para  » La Celestina».-foto Sergio Parra/ 2.- José Luis Gómez preparándose para «Informe para una academia».-foto Sergio Parra/ 3.- Jean Marais caracterizado en «La Bella y la Bestia»/ 4.-Humphrey Bogart maquillándose a sí mismo para «El regreso del Doctor X»)

AMBERES MEMORABLE

En estos días de tráfico y tráfago de viajeros vuelve uno a leer a los excelentes escritores que transformaron con una sola mirada tantos universos y, atravesando con la imaginación la estación de Amberes, podemos oir perfectamente junto a nosotros el movimiento de la gran prosa que nos acompaña, las descripciones del alemán W.G. Sebald, del que en varias ocasiones he hablado en Mi Siglo:

«Probablemente por esa clase de ideas, que en Amberes, por decirlo así, surgían por sí solas, esa sala de espera, que hoy, como sé, sirve de cantina al personal, me pareció otro Nocturama, una superposición que, naturalmente, podría deberse también a que, precisamente cuando entré en la sala de espera, el sol se estaba hundiendo tras los tejados de la ciudad. No se había extinguido todavía por completo el resplandor de oro y plata de los gigantescos espejos semioscurecidos del muro que había frente a las ventanas cuando la sala se llenó de un crepúsculo de inframundo, en el que algunos viajeros se sentaban muy distantes, inmóviles y silenciosos. Como los animales del Nocturama, entre los que, llamativamente, había habido muchas razas enanas, diminutos fenecs, liebres saltadoras y hámsters, también aquellos viajeros me parecían de algún modo empequeñecidos, ya fuera por la insólita altura del techo de la sala, ya por la oscuridad que se iba haciendo más densa, y supongo que por eso me rozó el pensamiento, en sí absurdo, de que se trataba de los últimos miembros de un pueblo reducido, expulsado de su país o en extinción, y de que aquellos, por ser los únicos supervivientes, tenían la misma expresión apesadumbrada de los animales del zoo…». («Austerlitz«)

Siempre uniremos la estación de Amberes con la visión de Sebald. Siempre los escritores fijan con su sola mirada una imagen, para tantos inadvertida o  desconocida, pero que quedará perdurable.

(Imágenes.- estación central de Amberes)

FLORES DEL DESIERTO

«Florecillas azules,

el verde romero

prado de mi gusto,

color de mi cielo.

Romerito verde,

que verde os estáis,

viendo que se os pasa

la flor de la edad,

mis puertas entrad,

el verde romero,

prado de mi gusto,

color de mi cielo».

José de Valdivielso: «Florecillas azules…» (Siglo de Oro español)

«Por ti el silencio de la selva umbrosa,

por ti la esquividad y apartamiento

del solitario monte me agradaba;

por ti la verde hierba, el fresco viento,

el blanco lirio y colorada rosa

y dulce primavera deseada.

¡Ay, cuánto me engañaba!».

Garcilaso de la Vega: «Por ti el silencio de la selva umbrosa» (Siglo de Oro español)

«Breve tesoro, rica flor indiana,

y sol rizado en hojas,

oro florido que tu patria niegas,

que a tu oriente despojas

y en extranjeros valles te avecinas,

y a ser desvelo llegas

de laureles y rústicas encinas.

Por ti en alado pino

por selvas de coral, pasó amimoso

el avariento, el vano codicioso,

sin que el fatal destino

que le asalte, presuma

en valles de cristal, montes de espuma».

Salvador Jacinto Polo de Medina: «Las clavellinas de Indias» (Siglo de Oro español)

(Imágenes:- 1.-Hydrangea.- flores del desierto.-Sueo Takano.- fotblur/ 2.- flores del oeste de Texas.- flores del desiertos.- Billey A. Blanco.-fotoblur/ 3.- flores del desierto.-Sandra McCabe.-fotoblur)


PICASSO, PINTURAS Y AMIGOS

«Bajo los llamativos oropeles de los satimbanquis esbeltos que Picasso pinta – había dicho Apollinaire – se advierte indudablemente a los jóvenes del pueblo, ingeniosos, maliciosos, astutos, pobres y mentirosos». Era el año 1905. Fernanda Olivier en un libro delicioso,» Picasso y sus amigos» (Taurus), cuenta las andanzas en aquella Colina de París con Max Jacob, Ambroise Vollard o el marchante Clovis Sagot. «Nunca se comía tan bien en casa de Picassorecordaba Fernanda – como cuando no teníamos ni un céntimo. Entonces recurríamos al truco del pastelero. Pedíamos un almuerzo al pastelero de la plaza Abbesses, rogándole que lo llevara a las doce exactamente. A esa hora llegaba un dependiente, llamaba a la puerta y, como nadie abría, terminaba por irse, dejando su cesta ante ella. Abríamos cuando él ya había desaparecido. Pagábamos días después, cuando se podia».

«De 1903 a 1912 – seguía contando Fernanda – el número 13 de la calle Ravignan, en Montmartre, una incómoda casa de madera denominada el «Bateau- Lavoir«, acogió a pintores, escultores, escritores, humoristas, actores, lavanderas, costureras y vendedores ambulantes. Nevera en invierno, estufa en verano, los inquilinos se encontraban todos con un jarro de porcelana en la mano ante la única fuente que existía. Picasso fue a vivir allá en 1903, al volver de una temporada en España. Entonces fue cuando yo le vi por primera vez. El charlaba en la pequeña plaza Ravignan (después plaza Emile- Goudeau) con su compatriota el pintor catalán Ricardo Canals, que había llegado al mismo tiempo que él a París, algunos años antes».

«Picasso era bajo, cetrino, rechoncho, inquieto, inquietante, con ojos sombríos, profundos, taladradores, extraños, casi fijos –evocaba Fernanda Olivier -. Gestos desmañados, manos de mujer, mal vestido, poco aseado. Un mechón de pelo espeso, negro y brillante, le cortaba la frente inteligente y obstinada. Medio bohemio, medio obrero en su traje, sus cabellos demasiado largos rebasaban el cuello rozado de su chaqueta».

André Salmon, en «Recuerdos sin fin» , habla de que el mismo Picasso abría la puerta de la vivienda con «el famoso rizo encima de un ojo de color grosella negra, vestido de azul y con la chaqueta abierta para dejar ver una camisa blanca sujeta a la cintura por una faja de franela color rojo amapola con flecos…».

Penrose, en su biografía de Picasso, confirma como tantos otros que el pintor prefería trabajar de noche y que la mayoría de los cuadros anteriores a 1909 los pintó a la luz de una lámpara de aceite que colgaba encima de su cabeza, agachado en el suelo delante de la tela: «Y puesto que en los primeros tiempos a  menudo no tenía dinero para pagar el aceite, Picasso sostenía una vela con la mano izquierda mientras trabajaba con la derecha. André Salmon dice que la primera visita que le hizo en compañía de Max Jacob lo encontró pintando en esa postura un «cuadro que era azul».

(Pequeño apunte con motivo de la exposición «Devorar París 1900-1907» que acaba de inaugurarse en el Museo Picasso de Barcelona)

(Imágenes:-1.-arlequin a caballo.-1905.- Washington.-propiedad Mellon/ 2.- Picasso en 1904.-tumblr/3.- autorretrato con paleta.-1906.- Philadelphia Museum of Art.-E. A. Gallatin collection/ 4.- Fernanda Olivier, Picasso y Ramón Rentevós en Barcelona, en el estudio del pintor J Vidal.-Joan Vidal Ventossa.- museo Picasso.-París/ 5.-muchacho con pipa.-1905.-Nueva York.- Colección de Mr. y Mrs. John Hay. Whitney.- Nueva York)

SOBRE LA BELLEZA

«La belleza es una cosa que no se discute – comentaba André Roussin -. La belleza, lo mismo que el genio, posee una dimensión excepcional, nos impresiona de inmediato. En un segundo movimiento, incluso se la puede analizar, descomponer en sus varios elementos y discutir su armonía y equilibrio estético. Pero a primera vista es una cosa que perturba, que nos quita el aliento, y de la cual no nos preguntamos siquiera el porqué. Frente a la belleza, uno se queda petrificado; por el contrario, el encanto implica comunión, y es precisamente él (y no la belleza) el que hace surgir el amor. La belleza perturba, pero no seduce necesariamente. Perturba tanto que ni siquiera apetece ir a verla de cerca; se la admira en silencio, a una distancia respetuosa. Esto no quiere decir que una persona hermosa no pueda ser también encantadora; afortunadamente existen casos (y son los casos ideales) en los cuales ambas cosas marchan juntas».

Santayana se acercaba también a estas palabras: «La Belleza, tal como la sentimos, es algo que no puede describirse. No se podrá decir jamás qué es ni qué significa. Se expande sobre un objeto sin saber por qué. La belleza existe como existe un hermoso objeto o el mundo donde se encuentra situado ese objeto, o nosotros mismos que miramos a ambos. Es una experiencia: y no hay nada más que decir sobre ella». Thomas Traherne buscaba la definición: «El orden es la belleza misma de la belleza». «Lo que la Imaginación aprehende como Belleza debe ser Verdad, existiera o no antes – decía Keats en una carta del 22 de noviembre de 1817 -, porque de todas nuestras pasiones, tengo la misma idea que del amor; en su más sublime forma, todas ellas son creadoras de Belleza esencial».

«Yo amaba no se qué… -confesaba Shelley en 1821 -, en los vientos y los árboles y las corrientes; en todas las cosas más simples, en la música y en los dulces acentos inconscientes de los animales y en esas voces que son humanas y que tienden a expresar algún sentimiento que les sea propio; en los suaves movimientos y extraña sonrisa de una mujer, en las flores y en las hojas, en la hierba fresca abierta y que muere en el otoño…».

(Imágenes:-1.-Lothar Wolleh.-1966.-Olivier Wolleh.-Master of Photography/ 2.- Snejana Onopka para Vogue Nippon.-septiembre 2007/ 3.-Thomasz Kaluzny)