GIOTTO Y FRANCISCO

«Giotto fue uno de los más grandes maestros del trazo – recuerda Roger Fry en su «Giotto» ( Casimiro) – y leyendo este pequeño libro recuerdo siempre mi visita a Asís a mitad de los años sesenta, una tarde de noviembre, mi entrada en la Porciúncula, el sepulcro de San Francisco. En uno de los corredores y en un ángulo, aparecía una estatua de Francisco con su mano como nido de palomas: tres paloma blancas y palpitantes; y frente a la estatua, a la derecha, un árbol y un pequeño jardín: los restos del bosque antiguo.

Kennetht Clark – el gran historiador y crítico inglés del que he hablado varias veces en Mi Siglo – al comentar «El prendimiento» se pregunta si ha existido una mayor secuencia de momentos dramáticos como éste. «Es una composición magistral. Todo en el cuadro nos guía la mirada hacia las cabezas de Cristo y de Judas; los palos y las antorchas, los ropajes y desde luego, las figuras. Y cuando nos concentramos en las dos cabezas, todas las demás imágenes se olvidan y sólo pensamos en esta inolvidable confrontación. Judas, como un animal, medio consciente de la horrorosa tarea que ha recaído en él, y Cristo que acepta sobriamente esta traición como una parte de su destino«.

Y cuando Clark aborda «La deposición«, se refiere a ella como una de las supremas composiciones del arte y el origen de todos los intentos de interrelacionar figuras de tal forma que puedan transformarse en una pieza escultórica.«Quienes piden al arte un orden plástico y lo que suele llamarse una forma significativa, no necesitan mirar mucho. Pero sin la menor duda mirarán, pues todas las manos y todos los gestos conducen a la cabeza de la Virgen que escruta a su hijo muerto con una intensidad que nos hace profundamente humildes».

En su ensayo- pregunta «¿Es la obra maestra un valor seguroNoeil MacGregor recoge aquella historia que alude a la vida de Giotto: el Papa quería saber si Giotto era o no un gran pintor, y éste por toda respuesta dibujó un círculo perfecto. Berenson, por su parte, como excelente historiador, resumía su opinión a los noventa y tres años: «Giotto era un genio, si lo ha habido alguna vez… Como figura central de la historia del arte, Giotto sigue siendo un problema. Me siento desconcertado, humillado y dispuesto a decirme a mí mismo; complácete en Giotto, y deja los problemas a los demás».

«Podemos decir – nos sigue recordando Roger Fry – que Giotto es el fenómeno más prodigioso que la historia del arte ha conocido. Supo adivinar por intuición casi todos los principios de la representación en perspectiva, que sólo tras dos siglos de afanosa investigación se lograría fijar científicamente: haber conseguido todo eso consituye, sin lugar a dudas, el logro más impresionante alcanzado por un artista. Coetáneo de Dante, compartió ese mismo privilegio de entender la vida como un todo único, armonioso y sistemático».

Me quedo en Asís, mirando esta estatua de Francisco. Tres palomas blancas y palpitantes se cobijan en el nido que guarda la mano del Santo.

(Imágenes:- 1.-Giotto.-La expulsión de los diablos de Arezzo.-Asís.-Iglesia Superior de San Francisco/2.- Giotto.- El Prendimiento/ 3.-Giotto.-El llanto ante Cristo muerto/4.-Giotto.-capilla de Scrovegni/ 5.-Giotto.-La prédica a los pájaros.-Asís.-Iglesia Superior de San Francisco)

TRENES, VIAJES, LUCES, PAISAJES

«Tus pasos no han elegido camino alguno. Cuando pisan

el polvo, son rumores que se agrandan

por la noche; que nos obligan

a almacenar la memoria de las tormentas:

la tierra viaja así por nuestros pensamientos.

Los caminos nos encantan; dragan

nuestras venas con pepitas de diamante.

Desconfiamos de la omnisciencia de los dioses,

despreciamos la gloria de los videntes;

poco nos importa desvelar los oráculos».

Liane Nimrod: «Los caminos» (Tchad, 1959)

(Max Richter: «Desde el arte de los espejos») (Mnemographies.- 2010) ( dirigido por Montserrat Rubio)

(Imagen: René Groebli.-Magic Railes.- 1949)

ESCRIBIR SIN LEER

Sobre San Juan de la Cruz dice Dámaso Alonso: “Artista extraordinario, quizá único en la historia del mundo, – y se pregunta enseguida -: ¿qué se propuso este poeta exquisito e intenso?”. George Steiner en sus “Gramáticas de la creación” habla de “la faceta nocturna de la soledad creadora” y yo me imagino a muchos escritores del mundo, en la noche de sus creadoras soledades, iluminados por la luz de la pantalla de sus despachos, con el pasillo de su casa silencioso y oscuro, acercándose quizás al lejano olor de las tierras profundas pero sobre todo acercándose al hondo olor de la poesía esencial. Rodeado de libros, ese escritor en la noche se queda asombrado – como nos ha pasado a tantos otros –  de que Juan de la Cruz, para escribir, no necesitara ningún libro.

 Fray Juan Evangelista – que anduvo y vivió con el Santo once años – asegura que para componer sus obras, Juan de la Cruz no leyó libro alguno: “los cuales libros le vi componer – dice su compañero -, y jamás le vi abrir un libro para ello”. Dámaso insiste en ello: “durante la época de su producción, San Juan  de la Cruz no leía. Su producción intelectual derivó, pues, ante todo de su divina contemplación; luego, de la Biblia; en fin, de estudio antiguo, sedimentado, asimilado; del ambiente, de su pueblo, de la literatura popular, viva a su alrededor”. Es decir, de la interior contemplación de su espíritu y de la exterior contemplación sosegada de aquellas tierras ante las que él tanto meditó y escribió.

(Imágenes:- 1.-Gustave Klimt.-1914/ 2.-Paolo Pagnini/ 3.-Egon Schielle.-artisthepicture)

CÁNONES DE BELLEZA

«De la justicia, pues, y de la sensatez y de cuanto hay de valioso para las almas – dice Platón en «Fedro» – no queda resplandor alguno en las imitaciones de aquí abajo y solo con esfuerzo y a través de órganos poco claros les es dado a unos pocos, apoyándose en las imágenes, intuir el género de lo representado».

«Arístipo le preguntó si conocía alguna cosa bella – escribe a su vez Jenofonte  en los «Dichos memorables de Sócrates«-. «Muchas», respondió. «¿Y son todas iguales entre sí?» «No: algunas son incluso muy diferentes» » ¿ Y cómo puede ser bello lo que es diferente de lo bello?» «Así, por Zeusrespondió – un hombre bello en la lucha es diferente de uno bello en la carrera y un escudo bello en la defensa es muy diferente de un dardo bello para un lanzamiento potente y veloz»

«No hay niguna diferencia entre esta respuesta y la anterior – observó el otro – cuando te pregunté si conocías alguna cosa buena» «¿Y tú crees – replicó Sócrates – que una cosa es ser bueno y otra ser bello? ¿No sabes que, respecto a las mismas cosas, todas las cosas son bellas y buenas?».

Antigua charla interminable que empieza en los paseos de los griegos y llega – como puede verse – hasta nuestros días.

(Imágenes:- 1.-Hannes Caspar/ 2.-Katherine Hepburn/ 3.-Agnieska Delfina posando como Karen Blixen)

TUS OJOS SERENOS

«Tus ojos serenos de tanto cansancio,

dos hormigas sorprendidas por la tormenta,

la risa de un niño,

una caída a lo largo de infinitas terrazas,

el centelleo de viejos mosaicos

al negro calor de calvarios del trópico.

La claridad es en ellos un goce afectuoso

sobre el fondo de una manada de exvotos;

las estrellas abolidas

a lo largo de las avenidas de escayola;

y sobre tus dedos color de burlete,

tus ojos son mínimos círculos de parada y descanso.

Tus ojos, en fin, son como tréboles blancos,

estremecidas emboscadas

en el derrumbe de los grandes órganos;

la miel se desliza sobre su sombra,

empalizada de huellas en sangre

de tus ojos tan serenos de cansancio».

Mudimbe Vumbi- Yaka.-(Licasi, Zaire, 1941).-«Tus ojos serenos»

(Imagen: R Cosway.-El ojo de de la señora Fitzherbert.-1786)

ESCRIBIR DESPUÉS DE AUSCHWITZ, DESPUÉS DE FUKUSHIMA

«Aquí no he hecho más que pintar incansablemente para aprender a pintar, le comenta Van Gogh a su hermano Theo. Yo escribía para tratar de saber qué era escribir (…), escribía continuamente y sobre cualquier cosa y de ese modo aprendía a escribir, confiesa el argentino Ricardo Piglia. Tengo la paciencia de un buey, decía sobre su trabajo Gustavo Doré. No es imperioso que escriba ‑aconsejaba a un amigo Raymond Chandler‑, y si no tiene ganas es mejor que no lo intente. Puede mirar por la ventana, o retorcerse en el suelo, pero no tiene que hacer ninguna otra cosa positiva, no leer, escribir cartas, hojear revistas o escribir cheques. O escribir o nada. La sociedad se ha sacado la literatura del medio, y la ha sustituido por la televisión. Ha desplazado los lugares de enunciación de la tradición intelectual y de sus problemas hacia la cultura de masas. Quizás ahora que la literatura en este sentido ha muerto, se pueda , por fin, escribir, comenta también Piglia.

Hay que escribir, pues, precisamente después de Auschwitz y después del Gulag, después del atentado a las Torres Gemelas, después de Afganistán y después de Irak, después de las devastaciones y de esas barbaries que siguen viniendo y que, lamentablemente, aún vendrán. Porque, además, no todo es barbarie. ¿Son numerosos los horrores? ‑se preguntaba Jorge GuillénPero también el hombre ha hecho cosas admirables. Comencemos por la admiración. El autor de Aire nuestro pasó por Rotterdam, y se quedó asombrado. La ciudad, destruida por los bombardeos nazis en Holanda, ha sido totalmente rehecha. Cualquier viajero tiene que sentirse atónito.

… Y bajo los diluvios demoníacos,

reiterada la furia

con método.

Fue conseguida ‑casi‑

la destrucción total.

Y cayeron minutos, meses, años.

Y no creció entre ruinas

el amarillo jaramago solo,

amarillo de tiempo,

de un tiempo hueco a solas.

Se elevaron los días, las semanas.

Y vertical, novel,

surgió el nombre de siempre.

Ya Rotterdam es Rotterdam.

¡Salud!

(…)

En este muelle, frente a embarcaciones

y grúas y horizontes,

siento inmortal a Europa,

uno siento el planeta.

La historia es sólo voluntad del hombre.

Valga como conclusión ‑repite Jorge Guillén‑: “La historia es siempre voluntad del hombre”. Esto es, al menos, lo que este poeta cree.

Y no sólo habrá que escribir después de las batallas y de las vergüenzas sino también después y durante el consumismo, después y durante este largo y extraño período moderno del antiarte que comenzó hace tiempo ya, en 1919, cuando Marcel Duchamp le pintó un bigote a una reproducción de la Mona Lisa. Aquel bigote ‑señala el historiador Jacques Barzunabrió una puerta, dio una contraseña o encendió una permanente luz verde que daba paso al hecho de que cualquier cosa bien realizada con un lápiz o un cincel fuera considerada arte, o mejor dicho, se pensara que cumplía la pretensión colectiva de ser un antiarte. A partir de aquel momento y tiempo después se inauguraría la mera diversión del espectador, el arte encontrado (desechos marinos recogidos en la playa), el arte basura (la puerta del frigorífico abandonado), el arte desechable (objetos magnificados o hechos de materiales endebles; puentes y edificios envueltos en tela), el arte aleatorio (basado en la impresión de puntos cuya ubicación azarosa la dictan los dados o el ordenador), el arte móvil (en el que se incluyen “esculturas” que representan pequeñas máquinas inútiles moviéndose sin sentido, o el par de zapatos que da pasos hacia atrás y hacia adelante), los lienzos que muestran líneas geométricas simples o complejas (una serie entera que “explora el cuadrado”), los dibujos o fotografías de bacterias, copos de nieve u órganos internos, etc. etc. (…), y todo eso hasta llegar al fin a ese hecho ‑uno entre tantos‑ en el que en una exposición celebrada en Nueva York, el propio artista se convirtió en el modelo definitivo pintando de verde su cuerpo desnudo y tumbándose en un ataúd abierto. Después hemos visto ‑concluye Barzuncómo un artista británico elegía los excrementos como material «.

Ese es parte del escenario del mundo actual y de él y sobre él tendrá que escribir el escritor contemporáneo.

Es su tiempo, es el que le ha tocado vivir. Un tiempo de modificaciones celéricas, tiempo de emigraciones y de reajustes, tiempo de curiosas obsesiones (como la del cambio por el cambio), tiempo de tantas cosas más.

Ahora que la sociedad ha sustituido la literatura por la televisión, ahora que la literatura en este sentido ha muerto, quizás ahora se pueda, por fin, escribir».

(Esto escribí yo en «El ojo y la palabra» y compruebo ahora – en un número último de «Le Magazine Littéraire» – que los autores japoneses se proponen – naturalmente – escribir después de Fukushima.

Siempre escribir)

(Imágenes:- 1.-George Grosz.-Paz.-1946.-Museum of Art.- New York/ 2.-Carlos Anderson.-1939- Smithsoinan.-American Art Museum/3.-Dan Mumford)

«EL LIBRO DE LAS ALUCINACIONES»

«José Hierro tiene una finura penetrante en el decir, una despiertísima, rapidísima inteligencia para captar, para ahondar, para comunicar luego – en mil,matices, en mil gestos, en un juego de sus manos, de sus ojos, todo Hierro completándose en el ademán-, cuanto ha captado y ha profundizado él respecto a un tema. Y todo ello mezclando en ocasiones graciosas y gruesas palabras que vulgarizan un pensamiento intrincado o elevado, hasta ponerlo al alcance de cualquier razón. Tiene Pepe Hierro una sutil mordacidad que usa y que guarda para cuando él quiere, una aguda y casi sorprendente mirada. Pero, sobre todo, la enorme capacidad para atrapar al vuelo una idea o entregarnos el vuelo de otra que se escapaba.

Le pido antes de nada -tras recordar su último libro de poesía, El libro de las alucinaciones-, una visión o un resumen de las etapas últimas de nuestra poesía.

—La primera etapa —dice Hierro— es la garcilasiana, de toma de contacto con una forma expresiva rica. La generación siguiente, a la que yo pertenezco, aparece en contra de un cierto esteticismo que los garcilasianos habían emprendido. La frase que podría acaso sintetizar el sentir de esa generación sería la de Gabriel Celaya: “La poesía es un instrumento para modificar el mundo”. En esta etapa predomina el tipo de poesía social; se hace una poesía más ética que estética.

Después Hierro hace una pausa.

—La tercera etapa es la de los jóvenes poetas —continúa— que hacen un tipo de poesía serena y testimonial, reaccionando a la poesía que tantas veces había despreciado la forma. Por último, la cuarta etapa es la que da un paso más allá, hacia el esteticismo; en ella juega mucho la ironía, es una poesía culturalista, que arranca de los libros y lo hace deliberadamente. Hay en estos poetas de hoy muy jóvenes como una vuelta al esteticismo y a la ironía, como esa vuelta a las casacas que vemos en algunos grupos de los jóvenes actuales, que tienen un fondo de ternura recordando el mundo de ayer que ya no puede comtemplarse sino con ironía.

—Respecto a la poesía que hoy se hace en el mundo, ¿cuál es tu opinión?

Pepe Hierro enciende un cigarrillo con esa tensión y esa interior vivacidad que se le refleja en el rostro.

—Bien. Yo, realmente, no conozco muy a fondo toda la poesía que hay por ahí fuera. Lo poco que yo conozco me dice que hay, sobre todo, movimientos y corrientes de vanguardia, tentativas experimentales mayores que las de aquí.

—¿Por qué razón no tenemos aquí esas tentativas?

—Bueno, hay que decir que las tentativas de formas nuevas en España no interesan. Sólo el “creacionismo” lo logró. Es indudable, sin embargo, que Antonio Machado ha aportado muchísimo a la poesía; es una verdad patente. Pero la poesía de Machado, las aportaciones de Machado son menos innovadoras que las de Rubén, por ejemplo. Las innovaciones y las renovaciones españolas se hacen de dentro hacia fuera; el español, en lo exterior no es innovador. Pero es que la poesía no es solamente exterior.

—Y puesto que hemos citado la “poesía social”, ¿cuál es tu opinión sobre ella?

Hierro me enseña un texto suyo, publicado en un volumen de Alfaguara.

—Ahí está lo esencial —me dice—. Hoy le ha llegado a la poesía social la hora de sentarse en el banquillo. Se la juzga por los errores de los falsos poetas. Comienzan a olvidarse no sólo la razón histórica de su existencia, sino, lo que es peor, sus logros poéticos, que es lo que realmente importa. A quien se condena no es a un tema, sino a una escuela. Quizá el arte necesite de estas injusticias sucesivas para no languidecer.

Luego continúa ampliando su opinión:

—La poesía social tenía el defecto de no ser popular. Esa poesía se ha quedado entre los poetas, entre los intelectuales de profesión. Por ello, en cierto modo, ha fracasado. Los poetas hablaron “del” pueblo, pero no hablaron “al” pueblo.

Se está haciendo novela para pocos —agrega Pepe Hierro—. Va a surgir también un día una poesía no popular sino plebeya, y paralelamente una poesía para minorías que serán cada vez más numerosas. Hoy el novelista o el poeta se dirigen a un público que espera de ellos una “obra de arte”, es decir, algo en que complacerse contemplándola. El público lector de poesía ha sido siempre muy escaso, pero —llamémoslo así— el “contagio” de la poesía entre las gentes ha sido muy amplio y numeroso. Hay gentes que les ha encantado escuchar, recitar, traspasarse unos a otros, a Bécquer, por ejemplo, o los versos del Tenorio. La poesía, pues, ha tenido un amplísimo auditorio. Lo que hace eso, que yo llamo “contagio”, no es, sin embargo, la poesía “pegadiza”, sino los sentimientos que en ella se esconden. Naturalmente, hay obras más difíciles que otras, y ésas se resisten a ese “contagio” del auditorio. Pero eso ocurre en todos los campos. En música, por ejemplo, tenemos la “Novena Sinfonía” en contra a la dificultad de los últimos “Cuartetos”, y en nuestra poesía la facilidad de “contagio” de un Lope contra la dificultad de un Góngora.

Y después de la poesía social, José Hierro se detiene. El autor de Tierra sin nosotrosCon las piedras, con el vientoAlegríaQuinta del cuarenta y dosCuanto sé de mí y El libro de las alucinaciones, me habla —con el texto en la mano—, de su propia poesía.

—La honestidad de mi poesía, no su valor —dice Hierro—, reside en el hecho de que he escrito siempre para mí. El poeta tampoco puede escribir sólo para que le entiendan los demás. Escribe para entenderse a sí mismo, que es la única manera de que puedan entenderlo los otros, ya que somos una porción de esos otros.

Si comparamos al arte actual con la poesía, aparte de unos problemas genéricos, —el del arte, en esa huida de la imitación de la realidad—, el problema mayor que yo veo es el que presenta hoy la pintura. Por la intervención de marchantes, etcétera, está dejando de ser un arte para ser una moda; como si hubiera que cambiar cada año. En la poesía esto no ocurre como sucede en la pintura. En la poesía, las modas son generaciones.

Y mientras Pepe Hierro calla, le brillan las pupilas, se mueve, sonríe, se agita en la silla, toma un cigarrillo, apaga otro, enciende el tercero ya en la entrevista. Me llega uno de sus poemas del Libro de las alucinaciones:

Diré un día: bienvenido
a la casa. Esta es tu lumbre.
Bebe en tu copa de vino,
mira el cielo, parte el pan.

Es una poesía sencilla, limpia, llena de pausas claras y silencios. Poesía recordada, mientras se va creando, como si se encontrara y reconstruyera en su cabeza de poeta un poema perdido. Hierro fuma, fuera está la Castellana, los ojos vivos y profundos del poeta no cesan de mirar a la vida mientras me llega el fin de este poema disfrazado de prosa.

Si hablase,
llorarías. Si enfrentases
tus espectros al espejo,
seguro que no verías
imágenes reflejadas.
Lo vivo lejano ha muerto:
lo mató el tiempo. Tú solo
puedes enterrarlo. Dale
tierra mañana, después de
descansar. Bienvenido
a tu casa. No preguntes
nada. Mañana hablaremos».

(conversación que mantuve con Pepe Hierro en su casa, en 1976, reproducida en Espéculo)

( A los diez años de la muerte del poeta)

(Imágenes:- 1.-Durdika Celikovic.-fotoblur/ 2.-Marsha Cattaneo.-fotoblur/ 3.-Lin Shunxing/ 4.-Jim Tsingamos)


NYMPHÉAS

«Nada está más «construido» que el impresionismo – decía el filósofo Paul Ricoeur al contemplar las «Nymphéas» -. Es el mayor desprecio que se puede cometer concerniente a Monet. Si él ha tenido al principio impresiones sensoriales, todo lo demás ha sido construido. Pensemos en el intervalo de la pena, del dolor, del trabajo que hay entre las impresiones recibidas del mundo, y después esta construcción de impresiones. Cerca de diez años de sufrimientos psíquicos. Monet está prácticamente ciego, se ha operado muchas veces de los ojos sin éxito: ya no ve los colores. Él está como Beethoven que, sordo, construye en su cabeza la  tonalidad de los colores.

Estos colores que vemos han sido construidos en principio «cerebralmente» y proyectados después sobre la tela. La pintura – proseguía Ricoeur – no plantea un problema diferente de la narración, por ejemplo, porque cada vez existe la recreación del mundo, de un mundo completo. Miremos el cielo, el agua, el vegetal.  No sabemos ya cuál es el reflejo del cielo en el agua, cuál es la recepción del cielo por el agua… Los nenúfares forman la totalidad de un mundo porque podría decirse: es el mundo tal y como yo no lo he visto jamás.

En este sentido, nada sería más engañoso que decir que aquí tenemos simplemente una imagen, es decir, algo que es menos que lo real. Aquí tenemos en cambio algo más que lo real. En este sentido, podría decirse que es un «su realismo«, si la palabra no hubiera sido empleada en otro contexto. Como acabo de decir, es el mundo tal como yo no lo he visto jamás, pero que, al mismo tiempo, podemos habitar. Este lugar que a la vez es cerrado nos lanza al mismo tiempo fuera de sus propios límites. Es como un «horizonte» de percepción y no como un «objeto» de percepción».

Pupilas de filósofo mirando las flores, mirando el agua: contemplando cómo el agua se refleja en las flores.

(Imágenes.-Monet.-«Nympheas».-en l´Orangerie.-

RELÁMPAGO Y OLVIDO

«Te quiero como la mariposa ocelada

del Lago- Azul en las mesetas Bateké

sus colores vivos me devuelven

ardores adolescentes.

Te quiero como las hojas del árbol cercano

llameante al sol de octubre

vibro al canto de su pájaro más armonioso al alba

purificado ya de la acidez de la noche

Te quiero como los frutos del domingo

que me curan de la usura semanal

y me vuelven más verde que la última rama

de mi árbol genealógico

Te quiero como la Cruz del Sur que asciende

con su claridad que nos acerca al sueño austral

y nos muestra a un pueblo siempre en vela

por las explosiones del grisú de Shaperville

Te quiero como el río Congo que baja

el mismo un día y otro no siendo nunca el mismo

y procura la luz líquida que aflora por tus ojos

Te quiero también cuando hace mal tiempo por tu rostro

eres como el astro que la nube hunde en la lluvia

yo me ensombrezco entonces más que la tormenta

espero que el relámpago de tu boca me traiga el olvido».

Jean- Baptiste Tati-Loutard.- «Relámpago y olvido«.-(Congo. 1938- 2009)

(Imágenes.-1.-Leonardo da Vinci.- detalle de C Benci.-1474.1478/ 2 y 3.-Erwin Blumenfeld/ 4.- Sibylle Bergemann/ 5.-Jacques- Henri Lartigue/ 6.-Sam Weber)

INTERIORES DE BAROJA

Alguna vez en Mi Siglo he hablado de mi encuentro en 1955 con Baroja. Y cuando releo las «Visitas literarias de España», de Enesto Giménez Caballero (Pre- textos) rememoro aquella otra visita mía inolvidable. «Pío Baroja dice Giménez Caballero – ha conservado aquí en Madrid – como Salaverría – la costumbre vasca de andar por casa con boina, como si en lugar de un piso fuera un caserío destartalado y húmedo lo que tuviera que recorrer.

(…) Baroja, mientras trabaja, permanece en su nido del último piso, tocando las nubes con la boina, en una estancia sobria y recia. También para comer lo hace a esas alturas, con su madre.

Allí se sientan los dos, cara a cara, en un grupo un poco conmovedor, y que desasosiega vagamente.

Parece entonces Baroja revelar su último secreto, quizá el secreto de su genialidad: parece entonces descubrirse en Baroja al niño enorme, tímido, dulce e indefenso con una tara misteriosa, que come sus platos de legumbres, contemplado en silencio por unos ojos que todo lo han comprendido de un golpe entrañable y que no le pueden abandonar».

Fuera, en la calle – en el tiempo – suena el  elogio sentimental del acordeón, del que también ya hablé aquí.

Y en ese  momento entro yo a verle desde la calle – desde el tiempo – para charlar con el autor de «La Busca».

(Imagen: Baroja, por Picasso para la Revista «Arte joven«)

NO HAY ESTACIÓN COMO LA PRIMAVERA

«No hay estación como la Primavera

cuando en todas las cosas está viva la vida,

antes de que las nuevas crías canten

y las golondrinas se retiren veloces

por caminos sin sendas.

– Dios guía su vuelo

y prepara su mesa para que nada les falte -,

antes de que una flor más sean las margaritas,

antes de que tenga fuerza el sol

de abrasar el mundo al mediodía.

No hay estación como la Primavera,

la Primavera que tan pronto se va;

no hay vida como la vida efímera que nace en Primavera:

el cesped reverdece,

se viste la desnuda tierra,

hay vida en el nido,

pluma sobre rama agitada,

poderoso vuelo:

no hay estación como la Primavera, tan efímera,

recien nacida ahora y ya

apresurándose a morir».

Christina Rossetti .-«Primavera».

(Imágenes:- 1.-Henri Edmund Cross.-1856-1910/ 2.-Edward Atkinson Homel.-1864-1933)

MÚSICA Y PALABRAS

«La palabra ha intentado rivalizar con la música y domesticarla – ha recordado Steiner  al examinar su vida en «Errata – . Ha imitado los medios musicales desde el interior de sí misma. Sabe de ritmo, cadencia, sonoridades, ecos, cambios de tonalidad y variaciones temáticas. Puede, en cierta «medida» – término que es en sí mismo una rúbrica musical y coreográfica – pasar de un registro de energía y de un estado de ánimo a otro. Tiene sus agudos y sus graves, sus murmullos y sus pedales. Retóricas llamadas  de clarín y redobles de tambores.(…) Cuando las palabras se transforman en música, cuando se compone música para un texto, el conflicto primigenio está garantizado.

Estas dos fuerzas, la de la música y la del lenguaje, quintaesencialmente conflictivas, confluyen en la voz humana cuando cantamos. Cuando se propone definir el milagro cardinal de una boca que canta, el lenguaje no es capaz de ofrecer sino abstracciones o imágenes. El canto es, simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades. Aúna alma y diafragma. Puede, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis. La voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia».

Por entre las rendijas de la música suele colarse en silencio la paz.

(«O Quam Gloriosum».-Tomás Luis de Victoria)

LARGA ES LA AUSENCIA

«TU soledad, Abril, todo lo llena,

colma de luz la espuma y la corriente,

aurora niña con la piel reciente,

toro en golpe de mar sobre la arena.

La soledad del corazón resuena

desierto ya como un reloj viviente

como un reloj que late porque siente

la marcha de tu pie sobre mi pena.

Y así vas caminando sangre adentro,

sangre hacia arriba, hacia el primer encuentro,

sangre hacia ayer en la memoria mía,

¡ay, corazón, donde me pisas tanto!

¡qué soledad sin ti, cierva de llanto!

qué soledad de luz buscando el día».

Luis Rosales: «Larga es la ausencia».- «Segundo Abril»

(Imagen: Clément Rosenthal)

«EL PASO SUSPENDIDO DE LA CIGÜEÑA»

Pocas veces la soledad ha sido dividida por un río, pocas veces un matrimonio se ha visto celebrar en la distancia, pocas veces las manos han arrojado flores o arroz en el silencio del aire, gestos de felicidad muda, gestos de felicidad sin compartir. El río con sus aguas sosegadas intentaba separar los corazones de los novios y las aguas del río fueron testigos de la ceremonia, esa ceremonia filmada por Theo Angelopoulos con «El paso suspendido de la cigüeña«, la película de ese gran director griego que este año falleció y del que varias veces he hablado en Mi Siglo.

(Imagen: escena de «El paso suspendido de la cigüeña»)

MINGOTE Y EL HUMOR

«Claramente aparece – escribe Pirandello sobre el humorismo – que el procedimiento del arte humorístico debe de ser distinto respecto al del arte humano en general… El arte, en su generalidad, compone; el humorismo, descompone

El humorista ve el mundo , si no ciertamente al desnudo, lo ve en camisa, por así decir: descamisado ve al rey, quien nos hace impresión tan grata contemplar compuesto en la majestad de su trono, con cetro, corona y manto de púrpura y armiño…

El humorismo consiste – seguía diciendo Pirandello – en el sentimiento de lo contrario, provocado por una especie de actividad de la reflexión que no se oculta, que no se hace – como sucede de ordinario con el arte – una forma de sentimiento sino su contrario, aun cuando siga al sentimiento como la sombra al cuerpo».

 

En alguna ocasión, en Mi Siglo, he ilustrado el texto con dibujos de Mingote.

(Evocación en el día de su muerte)

(imágenes: dibujos de Antonio Mingote.-abc.información y wikipedia)

RESPIRO

«respira. respira. pasa la gente. pasa el tiempo. respiro. tomar aquí el té del desierto y escuchar el zumbido de la ciudad. respira y tómate una pausa aspira el perfume de la arena y no tosas y aún menos si los tubos de escape te traen aún recuerdos. respira y bebe tranquilamente. no hay nada que nos apremie nada que nos oprima nada que pueda sucedernos no hay nada que nos sea más importante que beber este tiempo que se posa cálidamente en nuestros vientres. respira. pasa la gente. pasa… el viento sopla en la pared y agita levemente los pliegues y fallas del fresco en ella dibujado. bombín y chaqueta negra, estamos compuestos ahora para penetrar la muralla de los tiempos. y mira, mira, dunas y arenas. arenas y dunas, rocas y piedras y todo este azul todo este azul todo este azul que nos llega del cielo del desierto. el viento sopla más fuerte en la muralla y se lleva mi sombrero. se escapa. y atraviesa la calle atraviesa el bulevar la avenida atraviesa la ruta. pasa la gente pasa las callejas pasa las avenidas y abre los senderos. franquea los raíles, evita flechas y cóleras de Thalys, de Eolo o de Coral

pasa la gente

respira respira…»

Jean Luc Raharimanana  (Madagascar, 1967)

(Imagen: desierto del Sahara.-foto Richard Gordon)